Testigos del cambio en las comunidades rurales de Guatemala y Honduras - Plataforma de Conocimientos LAC
Testigos del cambio en las comunidades rurales de Guatemala y Honduras
18 octubre 2022
Texto originalmente publicado en ifad.org
Por Rene Castro
Buena parte del territorio de Guatemala y Honduras está ocupado por el Corredor Seco, una extensa franja de tierra que atraviesa Centroamérica y que está particularmente expuesta a los efectos del cambio climático.
Los dos países comparten no solo lazos económicos y geográficos, sino también desafíos sociales como la desigualdad, la malnutrición y la violencia. Este complicado contexto impulsa a muchas personas a migrar hacia el norte, a los Estados Unidos.
Sin embargo, las cosas están comenzando a cambiar. Las comunidades rurales están afrontando estos desafíos con pasión, esperanza, compromiso —y apoyo internacional.
Durante una reciente visita de Cindy McCain, embajadora de los Estados Unidos ante las agencias de Naciones Unidas con base en Roma, tuve la oportunidad de conocer el trabajo de nuestras agencias hermanas (FAO y WFP, por sus siglas en inglés) y de presentar el trabajo del FIDA en ambos países.
Juntos, fuimos testigos de cómo los pequeños agricultores guatemaltecos y hondureños están transformado las comunidades rurales en lugares en los que la gente puede —con el apoyo adecuado— ganarse la vida, cultivar alimentos y progresar.
Meriendas escolares —del huerto a la mesa
En las colinas del sur de Guatemala, la escuela Aldea Veguitas es uno de los 60 centros escolares incluidos en el Programa de Alimentación Escolar, una iniciativa conjunta del FIDA, la FAO y el WFP que está ayudando al Gobierno de Guatemala a implementar la Ley de Alimentación Escolar. Esta ley establece que al menos el 50% de los alimentos que el Gobierno pone a disposición de los centros educativos sean adquiridos a pequeños agricultores.
Los efectos positivos del programa son evidentes: se han creado 60 huertos escolares; 800 madres han recibido capacitación en nutrición, salud e higiene alimentaria; y más de 300 pequeños agricultores proveen a estas escuelas de alimentos nutritivos y seguros.
“Nuestra vida ha mejorado mucho, explica Gabriel Ramírez, de la Red de Productores de Jocotán. “Ahora tenemos un comprador seguro y obtenemos mejor precio por nuestro producto”. Santos Encarnación, coordinador de la organización, concuerda: “Antes, era muy difícil vender nuestra producción a las escuelas, porque las grandes cadenas de supermercados copaban el mercado. Ahora, todo ha cambiado para mejor”.
Un cambio liderado por las mujeres
A tan solo algunos kilómetros de distancia de Aldea Veguitas, Gloría Díez, la líder de la comunidad Plan de Jocote, nos cuenta cómo en 2015 un pequeño grupo de personas se reunió para discutir cómo podrían mejorar la vida de la comunidad. “Éramos 20 personas, y solo 3 de ellas hombres. Muchos dijeron que estábamos locos, pero ahora somos 130 personas, 17 de ellas hombres, y nuestro trabajo beneficia a más de 3.000 gentes”.
Con el apoyo de programas de agricultura resiliente al cambio climático de la FAO y el WFP, esta comunidad liderada por sus mujeres ha alcanzados resultados impresionantes: han restaurado más de 5 hectáreas de tierra; creado 159 huertos caseros; construido un gran reservorio y 21 estructuras más pequeñas de almacenamiento de agua de lluvia; y preservado 18 especies nativas de verduras.
¿Cuáles son los planes de Gloria y de su equipo de pioneras? Una planta de procesamiento para añadir valor a su producción agrícola y extender sus actividades a las comunidades cercanas. Ellas tienen el convencimiento de que fortalecer su comunidad dará a sus hijos y nietos la oportunidad de progresar en su tierra y evitará que tengan que arriesgarlo todo para emigrar al norte.
Desarrollo para detener la emigración
En la vecina Honduras visitamos la comunidad rural de Belén, en donde, con el apoyo del FIDA y de USAID —la agencia de desarrollo de los Estados Unidos—, un grupo de pequeños agricultores ha puesto en marcha un sistema de riego de 50 kilómetros de longitud que proporciona agua a 150 familias.
La Junta de Regantes de Belén con la embajadora de Estados Unidos ante los organismos de la ONU en Roma, Cindy McCain, y el director del FIDA en el país, René Castro. @IFAD/Juan I. Cortés
El riego y las buenas prácticas de rotación y diversificación de cultivos han permitido a los regantes de Belén multiplicar por cuatro su producción al tiempo que preservar los recursos naturales de la zona. “Cuidar el suelo y el manantial de agua son nuestras principales prioridades”, explica Hernán Congolán, el joven presidente de la junta de regantes.
El impacto de esta iniciativa de desarrollo es muy profundo, y va más allá de la producción de alimentos. La gente joven de esta comunidad no solo se queda en la zona, sino que también, en algunos casos, vuelve a ella.
Es el caso de Osmín Amaya, que tras siete años de mojado (inmigrante ilegal) en Estados Unidos, volvió a casa. “Nunca me hubiera ido si hubiese tenido entonces este tipo de oportunidades en Belén. Cuando oí hablar de la construcción del sistema de riego ya había conseguido reunir un pequeño capital que me permitiría unirme al proyecto, así que decidí regresar”.
Campos de fresa para siempre
Los campos de fresa de Yamaranguila, en el oeste de Honduras, están repletos de apetitosas y fragantes frutas. Hace tan solo dos años fueron totalmente destruidos por los huracanes Eta e Iota, lo que causó el desespero de la comunidad.
Sin embargo, con el apoyo del proyecto PROLENCA, financiado por el FIDA, los miembros de la organización de productores APROFESAL reconstruyeron su infraestructura productiva, que incluye micro-túneles para el manejo de la humedad y la temperatura. También pusieron en marcha buenas prácticas de diversificación de semillas y proyectos piloto de producción orgánica para reducir su dependencia de los fertilizantes químicos y preservar y mejorar sus recursos naturales, especialmente el suelo.
Hoy su desespero se ha transformado en esperanza.
Una escuela con sabrosura
Miska es una escuela de gastronomía que forma parte del proyecto Puentes/Rural For Young People. Durante cinco meses y medio, los alumnos reciben capacitación técnica en gastronomía —hacienda énfasis en la alimentación saludable—, revitalización económica de las zonas rurales, servicio al cliente, creación de empleo y formación de pequeñas empresas.
La iniciativa ha tenido tan buena acogida en la región de La Esperanza que algunos alumnos de la primera promoción han encontrado empleo recién egresados.
Muchos de estos alumnos son mujeres y jóvenes que intentaron emigrar a los Estados Unidos y fueron enviados de vuelta a casa. Durante los próximos tres años, un total de 560 jóvenes hondureños se beneficiarán de la formación que proporciona la escuela.
Los integrantes de la comitiva de la misión de la embajadora McCain —que incluía un grupo de siete periodistas españoles, italianos, hondureños y guatemaltecos— tuvimos la fortuna de comprobar sus habilidades culinarias y probar platos deliciosos como la crema de choros (una sopa densa elaborada con este tipo de setas) y el pollo con mole. Todos estos platos se basan en recetas tradicionales del pueblo indígena lenca
Este viaje me dio la oportunidad de comprobar de primera mano cómo el trabajo del FIDA fortalece las comunidades Rurales y puede tener un impacto directo en las vidas y las oportunidades de la juventud rural. Cuando estas oportunidades aumentan en sus comunidades de origen, es menos probable que los y las jóvenes elijan emigrar y eviten todos los riesgos potencialmente mortales que acechan en las rutas de inmigración ilegal hacia los Estados Unidos.
También comprobé cómo enfocarse en construir resiliencia frente a los efectos del cambio climático para alcanzar la seguridad alimentaria de las comunidades rurales es un catalizador de la sostenibilidad a largo plazo. Estos son objetivos que debemos tener claros, sin perder de vista el de la participación inclusiva e igualitaria en los proyectos de desarrollo.
La embajadora McCain está totalmente de acuerdo. Según declaró a la prensa, “estos proyectos empoderan a la gente en sus comunidades de origen, permitiéndoles permanecer con sus hijos, alimentar a sus familiar y sortear la necesidad de migrar. Estas inversiones funcionan. Necesitamos más”.
Conozca más sobre el trabajo del FIDA en Guatemala y Honduras.